Bulgákov (Kiev 1891- Moscú 1940). Estudió medicina y trabajó como médico rural. Las inseguridades de un médico joven salen a la luz desde el punto de vista de un hombre que quiere hacer las cosas lo mejor posible para que nadie muera por sus errores. Los cuentos describen, sin autosuficiencia, la situación, lamentable, de los campesinos (los mujiks), la pobreza, el frío y la ignorancia, el tifus y la sífilis. Era 1917 pero la Revolución no llega a todos los puntos de la estepa.
Desde 1921 se instaló en Moscú y colaboró en numerosos periódicos y revistas. Para entonces, ya había dejado su adicción a la morfina. Este libro de relatos toma el título del último, supongo que porque se te clava como una aguja y se te queda ahí colgando cuando lo terminas. A pesar de que todo el libro está escrito en primera persona, en «Morfina» utiliza la táctica de la lectura de un diario, de un compañero de universidad quien, abandonado por su amor, se abandona a una adicción. La decadencia física y la moral van de la mano y no se olvida de personas que quieren ayudarle, pero el veneno es demasiado fuerte o sus fuerzas son demasiado escasas. Yo creo que quien más quien menos, todos los que han creído alguna vez que no caerían en esas garras deberían leer este cuento (y todos los demás). Porque del mismo modo que no quiere que ninguna parturienta muera por su torpeza, tampoco quiere que nadie se acerque a la morfina, sin saber lo que hay dentro de los cristales que te consumen y que te hacen olvidar que alguien te quiso una vez.
Os dejo un vídeo realizado por otro maestro, Alberto García-Alix, que nos intentaba explicar con sus propias imágenes y palabras la heroína, «el limbo que antecede al infierno». Mientras leía lloraba.