A PROPÓSITO DE DYLAN

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Hubo un tiempo en que creía que conocer al menos cinco discos de Dylan servirían para conseguir el amor. Con esto quiero expresar la importancia de Dylan en mi vida, no exclusivamente sentimental.

Creo que sólo faltaba yo de dar mi opinión y lo primero que quiero decir es que nadie me preguntó pero nunca estuve conforme con que le dieran el Nobel a Camilo José Cela ni a Alice Munro, el uno por insufriblemente egocéntrico y por tener sólo una gran novela y a la otra porque me resulta pesada y porque quien lo merecía era otro canadiense, Alistair MacLeod. Esto, por supuesto, es una apreciación personal, que es lo que hace el jurado de un premio privado (amén de cuestiones políticas) compuesto, en general, por hombres europeos, blancos y ricos que se lo suelen dar a otros hombres europeos, blancos y ricos. Dudo mucho que se lean las obras completas de todos los que se presentan, normalmente autores que escriben en chino mandarín u otras lenguas cuyas obras sólo son traducidas e, incluso editadas, después del fallo. Si un tribunal de tesis no se lee las tesis, imagínense, pero esto de no leer no levanta ampollas, aunque me sirve para cuestionar el asunto del merecimiento de unos sí y otros no.

¿Qué hace especial a Dylan? Que es músico y ya podemos opinar todos aunque la mayoría sólo haya oído un par de canciones suyas hace veinte años. Dylan es un poeta como Patti Smith o Leonard Cohen pero su influencia es innegablemente superior. Yo me alegro que me hayan dado la razón. Desde MONÓLOGO INTERIOR veníamos diciendo que hay grandes historias en muchas canciones como en las de  Johnny Cash («Out Among The Stars»), John Hiatt («Nobody Knew His Mame»), Bruce Springsteen ( «My Father’s House»)Dave Alvin Harlan County Line») , de nuevo John Hiatt  («Have a Little Faith In Me») ,Hozier  («The Arsonist’s Lullaby») y Sarah Jaffe (Watch Me Fall Apart). Está bien que se hayan bajado del guindo y que se acepte que la literatura no deba ser tan elitista. Dicho esto, no todos los músicos son poetas, no todos los periodistas saben escribir y algunos académicos de la lengua no deberían estar en la RAE, como Pérez Reverte o Soledad Puértolas. Cierro paréntesis.

La leyenda de Dylan se agranda a medida que no contesta las llamadas de los suecos. A algunos les parecerá que su obra no es suficientemente literaria. Es muy probable que no llegue a superar con sus letras a aquel «infame turba de nocturnas aves», que puede parecer una tontería, pero es uno de los mejores versos españoles y que no se puede explicar en menos de 2 horas. Pertenece a Góngora,  literato del Siglo de Oro, que ya casi nadie sabe quién es. En cualquier caso, «la respuesta está en el viento» no es lo único que ha escrito, porque eso sería tanto como decir que «la vida sigue igual», que es una apreciación de cierto calado filosófico del insigne Julio Iglesias, también merece un galardón de este tipo. Con esto quiero decir que todavía hay clases, vamos.

En resumen, Dylan ha revolucionado no sólo la música folk-rock que bebía de fuentes como Woody Guthrie cuando electrificó la guitarra acústica, sino que ha cambiado muchas vidas al animar a otros a seguir un camino no sólo de denuncia social, como ocurrió con la canción protesta, inaugurada por él, sino a dar voz a lo que ocurre en la calle de una manera elevada. Dylan es un genio. ¿No se merece el Nobel? Demuéstrenlo.

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MI ROMANCE: GORDON LISH

 

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Mi romance de Gordon Lish es una auténtica mierda. He estado pensando cómo decirlo de una manera diplomática pero no he tenido ni fuerza ni ganas. Para los que creáis que no conocéis a Lish os diré que es muy posible que estéis equivocados. Además de enseñar escritura creativa a grandes autores, es el más famoso editor de la editorial Alfred A. Knopf, ya que ha podado libros de Raymond Carver o Richard Ford. Y he decir también, que he leído De qué hablamos cuando hablamos de amor de Carver que es estupendo y Principiantes que es la versión sin corregir por Lish y no lo pude acabar. Sus correcciones no son sólo brillantes sino necesarias. Es posible que esta novelilla de la que hablamos sea de lo peor que escribió, a tenor de lo que dice de él Don Delillo, pero es lo que tengo entre manos.

En su descargo diré que no me gusta la traducción, porque la novela trata de un discurso que el propio Lish, como personaje, dicta en una conferencia. Es decir, todo el relato es una conferencia «suya» inventada que va sobre su vida, hasta qué punto inventada no lo sé. Y como es un discurso, el autor ha intentado la inmediatez del lenguaje hablado, con repeticiones, expresiones del lenguaje oral y los balbuceos propios del inglés hablado (por ejemplo, el doblaje al español de Robert De Niro), que la traducción, me parece a mí, debería haber omitido. Pero claro, sus palabras dejarían de tener ese aire de diálogo, aunque falso, con el lector, que es la supuesta gracia del libro.

La cuestión es que mientras leía tenía en mente a este tipo de actor-director de cine, judío por lo general, pongamos Woody Allen, egotista, de verborrea incontenida que acaba con mi paciencia. Se lo habría perdonado todo, os lo juro, si las anécdotas hubieran tenido la más mínima gracia, pero su psoriasis y el reloj que quiere vender al público una y otra vez no lo consiguen. Lo irónico del asunto es que si se hubiera limitado a contar su vida habría sido increíble y no se habría convertido sólo en un personaje de comedieta de televisión. Por tanto, un resultado paupérrimo pero no me cierro en banda. Descubrir talentos y corregir genios no es moco de pavo. Dentro de un tiempo igual me animo a leer otra de sus obras o me centro en su hijo Atticus, que el año pasado ganó el Pen/Faulkner de narrativa con su libro Preparation for the Next Life. ¿El talento se hereda? ¿Qué pensáis?

bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

 

 

 

 

RUBEM FONSECA: EL COBRADOR

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Hola de nuevo a tod@s. Os agradezco que sigáis por aquí  ❤ Como ya es tradición suelo desaparecer de las redes durante todo el verano para tomar distancia y hacer cosas nuevas. Los expertos en marca personal seguro que lo consideran una aberración, pero a mí me sirve, y así empiezo el otoño con ganas renovadas y unos cuantos libros muy interesantes y alguno deleznable que mostraros.

Mi género favorito es el relato y he de confesar que no conozco demasiados cuentistas latinos actuales, motivo por el que me decidí a leer El cobrador, un libro excelente. Rubem Fonseca, disculpad mi ignorancia, es un autor y guionista de cine brasileño reconocido y de gran talento. Estudió Derecho y fue comisario de policía. Ha ganado el Premio Camões, el más importante en lengua portuguesa, el Premio Konex Mercosur a las Letras y el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas.

Precisamente su pasado como policía y abogado dota a sus personajes de una vitalidad tal que uno teme que salgan del libro y se conviertan en humanos. Hacía tiempo que no me había sentido tan asqueada como con el pederasta protagonista de su primer cuento o asustada con el asesino de «El cobrador», el último cuento que da título a la compilación. Como suele suceder en las antologías de relatos tanto el primero como el último son los mejores pero, en ningún caso, desmerecen el resto. Sus descipciones son certeras y el lenguaje es descarnado, vivaz, de frases cortas y rotundas, pero hay algo más. Este lenguaje no es gratuito ni fácil al peor estilo estadounidense tan en boga. Hay conmiseración, hay escepticismo, pobreza y lujuria, en una palabra: humanidad.

El cobrador no es sólo un libro de relatos sueltos unidos sin más. También es el retrato de la violenta sociedad brasileña que rodea y controla a los habitantes de sus ciudades y pueblos, a ricos y pobres y se lleva el amor, pero no la esperanza. Al menos no todo el tiempo. Buscadlo. Leedlo. Altamente recomendable.

 

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