MIKHAIL BULGAKOV: LOS HUEVOS FATALES

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Como siempre os digo, hay autores a los que vuelvo y Bulgakov es uno de los que no pierdo nunca de vista, pues ya hice una crítica de la impresionante novela Morfina. A estas alturas habréis averiguado que la literatura realista es la que más me gusta. Sin embargo, hay algunas obras que podríamos considerar de ciencia ficción que me encantan:  1984, Fahrenheit 451 o Rebelión en la granja. Cierto es que se basan totalmente en lo real para tratarla a través de distopías y situaciones fantásticas o surrealistas, muchas veces para evitar la censura de la época, como sucede con Los huevos fatales.

Esta novela trata de un científico que descubre por casualidad un rayo «rojo», esto es significativo, que consigue que aumente la fecundidad y el tamaño de las criaturas fecundadas. El estado se hace cargo  del experimento cuando aún no está suficientemente estudiado, lo que complica la gestión del descubrimiento y anula a su descubridor.

Se pueden extraer muchas lecturas de esta obra, entre las que se incluyen, a mi parecer, la crítica de la Revolución, porque se puede intuir al pueblo ruso como simples cobayas, el peligro de la intromisión del estado en la ciencia, algo así como un elefante en una cacharrería, algo así como lo que puede suceder si los líderes mundiales siguen negando la evidencia del cambio climático. Pero también podemos entender esta obra previendo los peligros de la tecnología, ya que ni siquiera estamos dominados por máquinas sino por tristes algoritmos, algo que Bulgakov no llegó a ver, pero que pueden, incluso, inundar internet de noticias falsas que influyen en el modo del comportamiento y las decisiones humanas. Esto siempre ha pasado, pero ahora es global y en tiempo real.

Incluso el lector puede ponerse de parte del científico, de la sociedad, de la inteligencia, del destino o del azar, todo es bienvenido en esta magnífica novela. Yo cuando la leía, me imaginaba un marciano o saturniano o vete a saber qué criatura mirando desde arriba lo ridículos que somos los humanos (amén de previsibles) ya que somos incapaces de entender ni lo más básico, ni cómo funciona la vida ni cómo no aniquilar el planeta y a todos sus habitantes humanos o no. Yo creo que esto un día va a hacer puf (sin presionar el botón «rojo» incluso) y todo volverá a empezar por aquella bacteria acuática.

Como véis, Los huevos fatales, dan para mucho y podemos extraer una gran enseñanza o advertencia futura. Y es que algunos autores no es que sean visionarios, sino que ven la realidad con los ojos abiertos. Quizá por eso leo como las gallinas, escarbando lo que me interesa, y lo que me interesa son los autores que saben que la historia tiene la manía de repetirse, algo que haríamos bien en no olvidar.

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KEIGO HIGASHINO: LA DEVOCIÓN DEL SOSPECHOSO X

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No suelo tener buena opinión de los superventas porque, aunque todo el mundo quiere ganar dinero escribiendo (y el que no lo diga miente), no es lo mismo que escribir y ganar dinero. Para ello no sólo es necesario vender muchísimo sino escribir en un género de moda, como es la novela policíaca. Otra cosa son los libros con grandes ventas que, además, son libros de calidad. Como hoy vamos a hablar de un autor japonés, mencionaré a Yoko Ogawa o Haruki Murakami, eterno aspirante al Nobel como ejemplo de buenos autores que venden muchos ejemplares. En mi opinión, el epítome es Stephen King, cuyo libro autobiográfico On Writing, con excelentes consejos para escritores principiantes y no tanto, no deja lugar a dudas sobre esa distinción que indicábamos: ser escritor o querer escribir para tener fama y fortuna (sea cual fuere) o hacer ambas cosas. No sé cuál fue la motivación de Higashino para dedicarse a la escritura, pero lo cierto es que es un autor que haríamos bien en seguir, como ya hace un ingente número de lectores en Japón.

La devoción del sospechoso X, pertenece al género de moda, la novela policíaca, como decíamos, que, junto con la histórica ha invadido las librerías. Me ha encantado la trama muy cuidada y verosímil, aunque no habitual, casi cinematográfica, con personajes muy bien creados y lenguaje cuidado. Higashino mantiene en vilo al lector de una manera sutil, tal  y como solemos disfrutar en otras obras japonesas, debido a la atmósfera y los detalles y sin necesidad de aburrirnos con cientos de páginas de absoluto tedio.

Lo que me ha resultado más interesante es que el nudo de la trama no está en manos de la policía, como cabría esperar, sino en dos personajes, genios de las matemáticas. Al salir de los tópicos y evitar errores salvajes como la recuperación de la información sin ser un cansino y considerar estúpido al lector, nos encontramos ante una obra de calidad para disfrutar de un rato de evasión. Como sabéis, no es este tipo de novelas el que suelo reseñar, pero la buena literatura no hace distingos y, en estos tiempos en los que parece que se publica al peso, el buen hacer se ve en los detalles y es de recibo darlo a conocer sin el elitismo tan propio de este mundillo.

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SARA MESA: CICATRIZ

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Hay libros que no tienen el menor interés, caso que nos ocupa, pero que están respaldados por una excelente campaña de marketing, en concreto, de una de las mejores editoriales españolas: Anagrama. No puedo decir que Cicatriz no esté bien escrito, pero eso es como el amor, a veces no es suficiente, por lo que el resumen de esta reseña es que esta novela es una porquería.  Si Sara Mesa es una de las mejores voces de su generación (que resulta que es la mía) podemos encomendarnos a los dioses. Podéis dejar de leer, pero vamos a dar alguna explicación, si os parece.

Hay cuestiones imprescindibles a la hora de valorar la calidad de un texto y, aunque la verosimilitud no es una de ellas, lo cierto es que resulta necesaria si hablamos de una novela realista como es Cicatriz. Lo que es seguro es que sin una trama contundente la buena utilización del lenguaje no será suficiente para asir al lector, a no ser que muestre alguna genialidad, que aquí no se da.

Cicatriz trata de una mujer que intercambia emails durante siete años con un hombre, sin que ninguno quiera nada concreto. Se conocieron en un foro literario. No sabemos a qué se dedica él, pero roba libros, cds y ropa interior de La Perla (ni más ni menos) durante años sin que le detengan. Se los envía a la protagonista, podríamos decir que por fetichismo asexual. Pero cualquiera que se haya acercado a un foro (no voy a mencionar Forocoches) ha podido comprobar lo siguiente:

  1. Todo el mundo quiere algo.
  2. Casi todo el mundo quiere algo sexual.
  3. Todo el mundo se aburre rápido.

Así pues, no sólo esta novela resulta poco creíble, sino que la trama, en mi opinión, está cogida por los pelos del ridículo. Si a esto sumamos que los capítulos nos señalan el tiempo narrativo («hace siete años», por ejemplo) uno se vuelve loco. Esto es algo que puede funcionar en la televisión pero en literatura es un fiasco. Stephen King, que se explica mucho mejor que yo, dice lo siguiente: «el objeto de la ficción no es la perfección gramatical sino contar una historia». Esa historia (y no lo digo sólo yo) no debe ser insustancial, como ésta. Que el marketing no empañe nuestro criterio. La crítica no es sólo gusto personal, no lo olvides, y si no hay nada que creas que funciona en la novela, porque tenga una trama inverosímil y carente de interés o personajes absurdos, no lo dudes, no es una de las mejores novelas del año, por mucho que te lo digan.

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ALFREDO CONDE: EL BEATO

 

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En este país de enchufes y mangoneos es especialmente sangrante el que sufren determinados autores que no cuentan con las campañas de marketing y tiradas ingentes de ejemplares de algunos de aquellos que mejor harían en dedicarse a otros menesteres. Ésta es, a mi parecer, la situación de Alfredo Conde, sin duda un referente para la literatura española cuyo  reconocimiento me resulta escaso. Las razones para que sea uno de mis autores imprescindibles son muchas y variadas, pero veamos alguna de ellas aplicada a la novela que nos ocupa.

El beato, que ha ganado el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid, cuenta la historia de un hombre venido a santo, Fray Julián de Chaguazoso, aunque no tiene muy claro cómo. A través de las láminas que fray Tadeo de la Aguadilla hiciera  siglos después, el protagonista enmienda la plana a su hagiógrafo con esa socarronería tan típica de Don Alfredo y ese humor de buen gallego, que vemos en sus varios niveles de lectura. La vida de Fray Julián está marcada por la ironía de que las cosas sucedan por azar o por la obra de Dios. Un misterio insondable que no preocupa a este hombre determinado y trabajador que llegó a las Indias a hacer las Américas y encontró la santidad.

Las hagiografías o vidas de santos han sido un género muy leído por grandes escritores, pero nunca han estado exentas de exageraciones, cuando no de invenciones y mentiras, de ahí que  El beato tenga un punto paródico, ya que es el propio intresado quien nos cuenta la realidad de su existencia. Y por aquellas otras ironías resulta que la edición de la novela ha coincidido en el año de canonización de Teresa de Calcuta, que cuenta también con detractores, no sólo por la extrema rapidez del proceso, sino porque en todo ser humano hay luces y sombras, que a algunos se perdonan mejor que a otros y que se ocultan de manera flagrante en las biografías.

No obstante, El beato es una obra con más acción de la esperada a priori, en la que subyace una crítica (feroz, diría yo) hacia las instituciones tanto civiles como eclesiásticas que se enriquecieron al usar el nombre de Dios en propio beneficio amén de utilizar todo tipo de vilezas y crueldades para detentar el poder en unas tierras ya habitadas, aunque nadie pareció darse cuenta. La violencia tanto de unos como de otros, las pasiones o la venganza narradas con la normalidad de quien las vive desde dentro no nos puede llegar a sorprender, porque esto de que la historia se repite es más bien cierto y, en mi opinión, es uno de los alicientes de esta novela. Así que os recomiendo El beato vivamente, porque para sobrellevar lo que nos queda nada mejor que la maestría y el humor de Don Alfredo, tan negro tantas veces, tan recomendable todas ellas. Va para usted un abrazo.

P.d. Para los que hayáis leído Ostranenie mi libro de relatos y fotografías junto a masLucena, deciros como curiosidad que el relato «Los días fueron otros» está dedicado a Don Alfredo.

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