ferrero

 

He perdido la cuenta de las veces que os he dado los nombres de mis escritores favoritos. Uno de ellos es Jesús Ferrero con una obra ecléctica e imprescindible, lo que no significa que todos sus libros me gusten por igual. En este momento estoy digiriendo su último ensayo (fantástico) Las experiencias del deseo. Eros y Misos, pero os lo contaré otro día.

Nos centramos hoy en la novela El último banquete, Premio Azorín 1997, que narra la historia de una familia que se reúne en la cena de navidad. La estructura es in crescendo, ya que todo sucede en la misma noche a la que rodea desde el principio un halo de fatalidad. Las relaciones entre los miembros de esta familia de clase alta se centran en la incomunicación, la mala comunicación, la hipocresía, las drogas, la fama, la envidia, el incesto y la muerte. A pesar de la atemporalidad de los temas mencionados he sentido que esta obra era reflejo de una época. Aunque es posible que mi absoluto desconocimiento de la clase alta dada, en mi opinión, a conductas en el límite del aburrimiento y la falta de ética, el abuso de poder o la creencia del merecimiento sanguíneo, la alejan de otras clases que tampoco conozco (nótese el plural en las que incluyo la baja y la más baja puesto que ya se han cargado la media), que no evitan mostrar las vergüenzas: no hay nada que ocultar ni nada que evitar mostrar. No obstante, la superficialidad de esas ‘no relaciones’ de estos jóvenes nos deja sumidos en la ingravidez del ‘estamos juntos porque somos hermanos’ sin pararse a profundizar si existe un sentido oculto en el concepto de familia. Dejarse llevar es la consigna. Así pues, yo, como lectora, también me he dejado llevar y he disfrutado de la prosa rebelde de esta novela que, si bien no es mi favorita de Ferrero, nos hace reflexionar sobre la forma que tenemos de actuar con los demás en un ámbito cerrado e incomprensible para los ajenos a él. Decía Tolstoi, en uno de los inicios más famosos de la literatura, que todas la familias felices se parecen, pero que las tristes lo son cada una a su manera. Quizá yo he sentido que los años 80 y 90 en España estaban aquí representados, cuando es probable que debiera haber trascendido los mismos y descender a los infiernos del propio concepto de familia.

¿Qué opináis? bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

pd. Podéis apuntaros a mi taller de crítica literaria en Culturamas 🙂

2 comentarios en “JESÚS FERRERO: EL ÚLTIMO BANQUETE

  1. ¡Qué tal, mi imprescindible Berta Delgado? Expondré mis comentarios sobre tu artículo por capítulos.
    1. Es muy inquietante el título de este ensayo de Jesús Ferrero Las experiencias del deseo. Eros y Misos. En donde Misos parecería estar ocupando el lugar, o al menos representar una parte, del síndrome de Thanatos. Lo cual constela la noción del deseo convirtiéndolo en un universo para la reflexión filosófica, psicoanalítica, (por ende existencial), y en un deleite estético. Te agradecería si me señalas la editorial que publicó este ensayo. Me interesa leerlo.
    2. En cuanto a El último banquete, tomo estas líneas y las comento: «Las relaciones entre los miembros de esta familia de clase alta se centran en la incomunicación, la mala comunicación, la hipocresía, las drogas, la fama, la envidia, el incesto y la muerte. A pesar de la atemporalidad de los temas mencionados he sentido que esta obra era reflejo de una época». Y apuntas a los años 80-90 en España. No estoy tan seguro de la atemporalidad de los temas. Me parece, con retoques y variantes, descubrir en esas atmósfera los signos de una decadencia -¿mi duda es si será recurrente a lo largo de la historia? Pues quisiera rescatar el valor gnoseológico de los dialécticos de la historia, Vico, Hegel, Marx- que me recuerda la de la Roma imperial, en donde la droga era el vino, la pederastia desenfrenada, y las malas relaciones y mala comunicación -tanto fuera como dentro de las familias- pues se demuestran con hechos aberrantes como las traiciones de los generales a los emperadores, los asesinatos cometidos a veces contra los familiares, y si se quiere, hasta la locura de nombrar senador a un caballo y de divinizar a los emperadores. Ello no quita que entonces, como en nuestros tiempos, siempre en dialéctica, también haya en la realidad presente personas buenas, sinceridad de afectos, relaciones reales.Creo que es eso a lo que te refieres cuando escribes sobre las «conductas en el límite del aburrimiento y la falta de ética, el abuso de poder o la creencia del merecimiento sanguíneo», refiriéndote a esos personajes inauténticos.
    3. En cuanto a las otras clases sociales, sobre todo en línea descendente, sus conductas en efecto siguen siendo las de las clases superiores, un dejarse llevar, y en lo personal, me parece que a su manera y sin los mismos recursos de poder, los de abajo imitan, o se mimetizan con los vicios, la falta de ética y la hipocresía de las clases altas. Y probablemente el odio, la ferocidad y la venganza, sean más violentos y expresivos abajo, que arriba, porque arriba importa más lo que en el psicoanálisis se llama la imago, la imagen, mientras que abajo el cinismo y el descaro no tienen nada que ocultar. En la literatura italiana conozco bien dos situaciones que podrían ser ejemplos de la imitación de lo que sucede en la moral de las clases altas por parte de las clases bajas. Pero ambos son hasta cierto límite positivos. En el Renacimiento, el petrarquismo suaviza, idealiza, estetiza y remodela la impetuosidad del Eros, no sólo literario, (un eco de ello llega hasta la Dulcinea del Quijote, quien a fin de cuentas ni siquiera es importante que exista, con tal de que sea un Ideal de amor y de belleza); y en la segunda mitad del s. XIX, en autores como E. De amicis, la moral de los personajes de Cuore (la obra más conocida del autor) es una moral de fraternidad, de consideración, colaboracionismo y respeto hacia todas las clases sociales (bastante gazmoña, y burguesa, por cierto, pero esto era parte del ideario de la Unidad nacional obtenida a partir de 1860. Pues la unificación italiana se dio en un terreno liberal, pero ya existía mucho miedo del socialismo). Este par mínimo de ejemplos sólo para ilustrar los vasos comunicantes conductuales que sí circulan y transitan libremente entre todas las capas sociales, de cualquier país x, que luego son representadas por los escritores en cualquier literatura y época. Además, un ejemplo cercano a los años que mencionas lo recuerdo en una canción de Amparo Ochoa, se titula Esto de jugar a la vida, donde se habla de una familia que es precisamente como la que se representa en la novela que comentas. (De paso, me parce recordar que esa misma canción la interpreta también Joan Manuel Serrat, pero no estoy seguro).
    5. Si «dejarse llevar es la consigna», vale la pena hacerlo como lo has hecho, como sueles hacerlo en tu labor analítica, gozando el malestar interno, la enfermedad de unos personajes tan bien logrados, eso es primero que nada lo que debe hacer un crítico. Y el resto es sólo el corolario, enjuiciar a la familia como institución, como hay que enjuiciarlo todo, en vista de que un juicio se hace siempre sobre algo susceptible de ser enjuiciado, la crisis de la pareja, la irrelidad de las relaciones interpersonales, el vacio existencial de los tiempos actuales, etc., etc. A fin de cuentas, sufrir y gozar, es casi un modus vivendi de los escritores. Es la materia prima de la escritura. Escribimos porque el mundo y la vida no nos gustan. Abrazo fuerte desde México.
    PD.Hace tiempo leí un libro titulado Juicio a la familia, un estudio de un sicólogo creo que francés, pero lo busco en mis estantes y no lo encuentro, lo seguiré buscando y caso de hallarlo te lo mando, ¿de acuerdo?

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