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Qué mal lo he pasado con esta novela y eso que no es la que más me ha gustado de este impresionante autor. Y es que hay una gran diferencia entre escribir bien y hacerlo mal. No sé si el abismo es tan grande como entre beber y no beber. Hay lectores que no se fían de los escritores como también hay bebedores que no se fían de los abstemios, quizá porque a ambos bandos les resulta incomprensible su comportamiento.

Precisamente alrededor del comportamiento de un bebedor gira la trama de esta breve novela. Lo curioso es que sientes al leerla la misma adicción que el protagonista al perseguir el olor de la absenta. Sientes unas ganas irrefrenables  de zarandear al protagonista y hacerle entrar en razón. Y también pasas las páginas con avidez, por ver si será capaz de cumplir su promesa. Sin embargo, a pesar de lo que decían los romanos (in vino veritas), que el vino anima a decir la verdad, mi perspectiva es la contraria: el alcohol está rodeado de mentiras y promesas vacías.

Pero también hay borrachos y borrachos porque no vamos a comparar a Hemingway o al propio Roth, que presumían de su alcoholismo, con el vecino del cuarto. Lo cierto es que la lista de literatos alcoholizados o drogadictos es ingente, algunos a mucha honra. Que los demás, llegado el caso, no fuéramos capaces de hacer la o con un canuto hace todavía más increíble que ellos fueran/sean capaces de crear tramas complejas para obras fascinantes. En mi opinión, el alcohol se entromete en lo bueno y en lo malo y no es posible mantener la palabra dada, motivo por el que he sufrido tanto al leer esta obra, porque la buena voluntad no tiene por qué ser férrea. Así pues, según sea cada lector, describirá al protagonista como alcohólico, borrachín, borrachuzo o borracho según seamos más o menos políticamente correctos o benevolentes. Sea como fuere, la prosa de Roth es apasionante, así como su clarividencia con o sin absenta.

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bertadelgadomelgosa@gmail.com

 

 

2 comentarios en “JOSEPH ROTH: LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR

  1. Hola Berta, un abrazo desde acá.

    Celebro que la prosa del bebedor te hay atrapado, aunque cuando una novela nos atrapa no es forzoso que nos capture el vicio del protagonista. Beber, o drogarse, aseguran muchos que abre la percepción y estimula la capacidad hiperestésica. Alguna vez me ocurrió una experiencia con mariguana, en una fiesta, en donde sirvieron pastel de chocolate con esa porquería integrada en los ingredientes, (mi viaje duró 1 oras y al tminar me enté de la bromita estúpida) y ya estábamos todos borrachos, que en efecto la música -que era buena-, empezó a ser sublime. A Hemingway lo admiro, pese su vicio, también a Malcolm Lowry…Tus notas me pusieron a repensar en el tema escabroso de una creativiidad que necesita del sexo, del alcohol, del peyote, etc. Es materia de estudio para el psicoanálisis, y quizá Freud o Frankl, o el genial Jung habrían comenzado con esta pregunta: ¿qué bloquea a este escritor, para que su natural creatividad (su Eros) se eleve a mayor altura mediante una sustancia o actividad (por ejemplo el sexo) que es una expresión prepotente de su Thanatos?

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