IBON ZUBIELA MARTÍN: PRESUNCIÓN DE CONCIENCIA /KONTZIENTZIA USTEA

ibon zubiela

Me adentro una vez más en un territorio poco transitado y menos conocido como es para mí la poesía y lo hago con gusto de la mano del poeta Ibon Zubiela Martín  (Bilbao, 1975-), quien factura un libro bilingüe de poemas en castellano y euskara, que más bien son collejas, a veces tristes, que quieren hacernos despertar de esta nebulosa que es la vida que nos han hecho creer que necesitamos.

Zubiela divide el libro en cuatro apartados. En la primera parte, Presunción /Presuntzu, define su propio concepto poético «como puente entre la realidad y la pasión/ que permite contemplar las dos orillas». Nos lleva a la vergüenza, a una sociedad ciega y vacía y el paso del tiempo que sobrevuela todos los poemas. En el segundo apartado, Conciencia /Kontzientzia, el tono es áspero, la crítica rotunda, deberíamos «acabar con todo y empezar de cero». No hay metáforas que valgan, los versos nos cogen de las solapas y nos dejan a los pies de los caballos, pero las miserias son ajenas, son injusticias como las ocurridas en Siria, Palestina o Juárez. Nos deberían doler esas sentencias de muerte por nacer en donde no se puede vivir, pero no parece ser así. En la tercera parte, Zapatos ajenos / Besterren zapatak, el tono varía, es melancólico, casi apagado y furtivo, puebla los poemas de mentiras propias y extrañas, ausencias e indignación: «la indignación de las cenizas/es tan solo el resultado/latente de la inercia/de que hubo llama/y aún crepita». El poeta nos deja un resquicio de luz por el que siempre es posible despertar. El cuarto apartado, sólo en euskara (Ipar urratza),  cuenta con un único poema: «Izkututakoa».

Somos «poemas incompletos», según el autor, a lo que yo añadiría cobardes y obscenos, por mirar a otro lado y tragar con las manipulaciones, por comer mirando la tele imágenes que de repetidas nos dan igual, es la habituación a la violencia que nos ha dejado insensibles e impasibles. Zubiela ha escrito un libro porque podríamos hacer algo, cada uno según sus opciones, deberíamos, antes de que el paso del tiempo nos mate. Me recuerda su poesía a la urgencia con la que se escribió la poesía social  de los cincuenta, de Blas de Otero o Gabriel Celaya quien decía :

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Presunción de conciencia /Kontzientzia Ustea utiliza de nuevo la poesía para agitar conciencias, aunque se conforma con sentimientos de culpa. Sería bueno que no nos quedáramos quietos tras leer estos poemas. Esa es la razón de ser de este libro, tristemente necesario, que sólo pretende recuperar la dignidad del ser humano. Os dejo con el poema que más me ha llegado. Contadme ❤

DUELO

Voy a retarte

en un duelo a muerte

con mi sombra

a plena luz

deshaciendo la tormenta

agotada en la diferencia horaria

de todos los vértigos

los juguetes rotos

y los puntos suspensivos

para encontrarnos

más allá de las contradicciones

en el mapa de cicatrices

de las lágrimas.

Un duelo con mi reflejo

a plena voz

para recuperar las ganas

ocultas en el universo

apresuradas en las noches

de rutinarias cenizas

para volver a ser

ese tejido sutil de rojos y negros

soñado en el movimiento

de los continentes

como una desafinada armónica

de susurradas palabras

que nos devuelven

la dignidad

para pensarnos un mañana

para restañar el compromiso

respirando vida

e ir más allá de lo imposible.

Ibon Zubiela Martín

bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

Pd. 1 ¿Queréis leer alguno de mis libros? Poneos en contacto conmigo o a través de mi web bertadelgadomelgosa.com

Pd. 2 Podéis apuntaros a mis talleres de crítica literaria y autocorrección para narradores para Culturamas visitad los enlaces ❤ También podéis acudir de manera presencial a mi taller de escritura creativa inicial para Fuentetaja, Bilbao.

Pd. 3 Podéis descargar Realidad Suficiente desde aquí, compilación gratuita de mis críticas 🙂 https://www.casadellibro.com/ebook-realidad-suficiente-ebook/cdlap00011029/8526313

CRÍTICA DE TODOS LOS PUTOS DÍAS: JULIO CASTRO

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Vaya par de semanas con críticas increíbles a mi último libro Todos los putos días, esta vez la que aparece en La República cultural. Quiero agradecer públicamente a Julio Castro su amabilidad y sobre todo la meticulosidad con la que se ha adentrado en el mundo de la protagonista. A raíz de esta reseña me doy cada vez más cuenta de que uno escribe pero en cuanto se publica ese texto deja de ser propio para ser de los lectores o, mejor dicho, de cada lector. Algunas impresiones formaban parte de mi objetivo al escribir, pero otras ni se me pasaron por la cabeza, aunque es posible que estuvieran ahí. En cualquier caso, muchas gracias por mostrarlas.
Para los que no conozcáis la revista os la recomiendo, ya que desde 2007 aporta contenidos relevantes desde la premisa de que la libertad nos hará libres. En octubre publiqué el artículo «Novela histórica vs novela historiográfica» sobre la obra Azaña Carlos Rojas. Sin  más preámbulos, os dejo con la reseña. Contadme ❤

Entre la rebelión del deseo y el miedo al fracaso

Supongo que rara vez nos paramos a pensar en la realidad, nuestra realidad vital, de una manera plana, desde arriba, sobre las cabezas de lo que nos está ocurriendo, porque cuando al hacerlo se corre el riesgo de descubrir que todo gracias, a su necesaria aleatoriedad, discurre de manera absurda, sin ton ni son, sin posibilidad de crear el espacio narrativo argumental que un relato, una novela o una dramaturgia pueden alcanzar.

Ese mundo del absurdo es el que choca frontalmente contra el intento argumental de la vida de Irati, la protagonista de este relato de Berta Delgado Melgosa, que intenta descubrir el pasado de forma lineal y consecuente, a fin de poder proyectar un trazo argumental de inmediato en su vida. Lo cierto es que en el relato no sabemos si conseguirá lograrlo, pero debemos ser conscientes de que en la vida real no lo será.

Abrumada por el miedo y el deseo de su odio hacia su amiga Blanca, que acaba de morir en un accidente, descorre las cortinas que tratan de explicar y motivar en su propia envidia de la perfección que idolatra, los sentimientos y las acciones que han guiado sus años vitales desde la infancia y la juventud. Entorno a ella intenta pivotar a su pareja, Manu, y a su deseo irrefrenable, Jon, mientras que la realidad le devuelve un reflejo en el que es ella la que corre hacia posiciones diferentes de las que desea, antes que los otros hagan cola a la puerta de sus imaginaciones.

El relato, narrado en primera persona y casi con la urgencia del personaje por encima de la propia autora, es interesante en sí mismo, atrae para adentrarse en él y alcanzar un desenlace que tampoco logrará la misma Irati, porque la vida siempre es el siguiente paso. Pero esa urgencia parece dejarnos entrever la necesidad de Berta por deshacerse de una historia algo agobiante, asfixiante para el hábitat más inmediato de su protagonista y realmente incómodo en el análisis de sus consecuencias fuera del libro: no es un libro de autoayuda, que es lo que precisamente busca Irati en sus confesiones y reflexiones, sino una mera exposición en la que desangra su frustración. Cuando parece hablar de la vida en común, realmente está desgranando el problema del propio ser de Irati, pero cuando entra en el mundo del deseo personal, surgirá fácilmente el miedo al fracaso que cualquiera tendría.

Tanto en el desarrollo, como en la mirada de su protagonista, el argumento parece estar haciendo alusión al “mito de la caverna”, de Platón, porque vive sumergida en su propio mundo, en su propia ceguera, guiada por la sombra de una existencia que desea y que ella misma destruye a su alrededor, aunque a diferencia del mito, y al igual que en nuestra sociedad, es consciente de que existe un mundo diferente fuera del que sólo se nutre de un reflejo desvirtuado por su mirada, y al que no sabemos si finalmente será capaz de enfrentarse.

La reflexión llena la mayor parte de la historia, si bien encontramos breves diálogos urgentes, que muchas veces no sabremos discernir si reales o imaginados. El personaje se debate entre la desidia, el descaro de su voluntad y el fatalismo de su imaginación impuesta. Ya sea desde el punto de la narrativa, como desde el del análisis de su argumento, pese a su brevedad para un volumen, logra captar el interés de su lectura y la reflexión, además de la mera satisfacción de su recorrido.

Julio Castro. Reseña aparecida en  La República Cultural 11/02/19

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CRÍTICA DE CIRO G. JIMÉNEZ DE TODOS LOS PUTOS DÍAS

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Lamento mi desaparición del blog estas semanas, pero tengo una buena coartada: me he trasladado de ciudad sin acceso a internet y con muchos más libros de los que recomienda Marie Kondo. No me ha dado tiempo a poder comunicarme con vosotros, casi ni a leer, pero os tengo siempre presentes en mis oraciones. No obstante, este vacío temporal ha sido productivo, al menos para mi ego. El sábado pasado apareció una reseña de mi último trabajo, Todos los putos días, en el periódico con más solera de Castilla-León, El Norte de Castilla, donde recordaréis que trabajó el gran escritor y periodista vallisoletano Miguel Delibes, tristemente poco recordado y menos valorado. Quería agradecer las más que amables palabras del crítico y editor en Libros mayorquecero, Ciro G. Jiménez. Siempre es de agradecer que alguien valore tus obras, pero más si eres consciente del gran hacer de otro crítico durante más de veinte años. Un placer y un orgullo. Os dejo con la reseña. ❤

El talismán de la costurera

DESPUÉS DE TODO

 

He oído decir, no sé donde, porque no soy aficionado al boxeo, y las películas sobre boxeadores tienden a aburrirme, que los mejores púgiles se distinguen por su capacidad de soportar golpes devastadores, antes que la de propinarlos. Hay veces que un lector precisa de esa capacidad. Hay veces que un libro está hecho para golpear al lector hasta dejarle tocado, falto de aire, tendido en una lona sin deseos, quizás sin capacidad, de levantarse. Algunos de Camus, cualquier Cioran, el bonito ensayo de Ligotti sobre la maldad intrínseca de la vida y alguno de sus mejores relatos, prácticamente todo Sábato, Onetti la mayor parte del tiempo, algún Rimbaud, el señor Isidoro Ducasse, alias Conde de Lautremout. Hay líneas de Inclán igualmente aniquiladoras. Dante lo intentó con el primer libro de la Comedia. Falló: se le ve demasiado el plumero. También hay fragmentos de Cărtărescu que, aislados del contexto general, pueden ser demoledores. Muchos ejemplos se pueden añadir. No creo que ningún escritor importante –Kafka, Kafka no puede faltar en esta lista, ni Bolaño, ni Dostoievski, ni…- haya podido evitar alguna vez alzar el puño. Swift, a pesar de que sus golpes también nos muevan a la risa. Ah, y Kennedy Toole. Quizás los peores, porque la risa solo hace que duela más.

A veces los golpes son precisos, dados con el tino de uno que sabe dónde duele, y tiene buena puntería. Otras veces la golpiza se precipita sobre ti un poco a tontas o locas, impactando donde puede, ciega, pero con una rabia desesperada e imparable: un libro berserker.  No sé, a decir verdad, a cuál de estos dos tipos, el temperamental o el quirúrgico, corresponde Todos los putos días, de Berta Delgado Melgosa. Quizás un poco a ambos.  No estamos nunca seguros de si ese afán de Irati, narradora protagonista, de abrigarse en lo que duele, en el lamento, en las pequeñas mezquindades, propias y ajenas, es regodeo o claridad. La vida de Irati nos parece terrible.  Desoladora de hecho. No nos cae bien –no es su intención caernos bien- porque es despiadada consigo misma de un modo que nos resulta incómodo, porque está llamándonos cobardes a la cara.  Sabemos que ponernos en su piel, aceptar sus reglas del juego, nos lleva a reconocer en nosotros lo poco halagüeño. Y lo peor, que esa – la llamaré maldad, aunque no me parece del todo atinado- maldad pequeña, es eso: algo insignificante, mierda y barro. Igual que todo lo demás, dentro o fuera. Y aún así, Irati no logra caernos mal del todo. Frase a frase –cada una precisamente trazada, persuasiva; envolvente: un alambre de púas doradas- nos mete en sus zapatos. O nos clava sus zapatos en el cráneo. A veces nos engaña: se dice masoquista, pero no es masoquismo lo que mueve a un animal a tocarse la herida, a hurgar la caries, sino evaluar los daños. Confiesa su envidia, su sentido de inferioridad, pero en esa confesión no deja de centellear el orgullo del que se sabe, en el fondo, mejor que el envidiado. Así que nos dejamos invadir por ella, por su ambigüedad- la ambigüedad es una maestría literaria difícil de dominar-, hasta un lugar en el que quizás no hay esperanza, o sí, o no importa. Al irrefutable reconocimiento de algo que nos ocultamos la mayor parte del tiempo. Lemmy lo cantó con su voz de tabaco: “I´m not a nice guy after all”: No soy buen tío, después de todo.

Ciro G. Jiménez. Reseña aparecida en El Norte de Castilla 2/02/19

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