LÁSZLÓ KRASZNAHORKAI: GUERRA Y GUERRA

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En esta foto László Krasznahorkai me recuerda a Chejov o a algún escritor ruso de los que tanto me gustan, en parte, por el físico y el tipo de fotografía y, en parte, porque su estilo es indiscutiblemente personal y tiene algo del conocimiento humano que aparece en las obras de los grandes novelistas rusos. Esto no le sucede sólo a él, ya lo sé, pero es muy característica la introspección de sus personajes como si no fuera tal y su aversión por los puntos. El caso es que te acostumbras a navegar entre comas como si fueras en un crucero en el que, al menos en apariencia, nada hace presagiar que suceda algo grandioso. Sin embargo no es así. Es todo lo contrario. Y de eso va precisamente Guerra y guerra.

El autor quería que otra de sus obras, de la que ya hice una reseña, Ha llegado Isaías, se leyera junto con ésta, así que volveré a leerla de nuevo. La verdad es que no os pude contar mucho del tema sin destriparos el libro, sólo os diré que es impactante. Ambas lo son.

Krasznahorkai me gusta más que Kenzaburo Oé en su obra Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (os dejo mi reseña) pero me recuerda a él por su tratamiento de la misma como algo enteramente normal. Es más, es como si los que nos consideramos cuerdos fuéramos los auténticos locos, lo que también me lleva a Antonin Artaud en Para terminar con el juicio de Dios (os dejo mi reseña también), que se sitúa en un mismo plano que Korin, el protagonista de Guerra y guerra. Korin se empeña en dar a conocer la gran verdad que encontró de casualidad, como todos los grandes descubrimientos. En esta novela todo es pura ficción pero, a la vez, demasiado real. Nos sentimos contagiados de la verborrea incontenida de Korin, quien tiene un objetivo en esta vida al que, sin embargo, se ve abocado sin posibilidad de negarse. Le ayudarán distintas personas, de manera más o menos consciente, e iniciará un viaje de Hungría a Nueva York donde nos encontraremos con situaciones surreales que terminamos creyendo posibles, porque así es el fanatismo. Korin es una especie de resistente pasivo en busca de su Santo Grial o, mejor, lleva consigo el anillo de poder y todos a su paso se rinden a la evidencia: si alguien sabe dónde va los demás se apartan. Le ayuda en su camino no meterse con nadie imbuido en su idea fija, como si nada más le importara, bueno, es que nada más le importa, no se importa ni él mismo. Impresiona su conocimiento de cómo funciona el mundo, lo que podemos resumir en: el mundo funciona con dinero, tu mundo culmina con tu muerte, hay algo más grande que tú. Saber esto no es estar loco, llegar a esas conclusiones me parece grandioso e inefable. Quizá no todos lo entiendan pero en esta vida sólo hay guerra y guerra y se repite una y otra vez. Esa es su enseñanza pero quiere mostrarla al mundo. Korin tiene un propósito, un solo objetivo que debe cumplir. Quizás tú y yo estamos locos por no haber sido capaces de encontrar nuestro propósito. Quizás el cuerdo es él. Pero lo que es seguro es que el dinero mueve el mundo.

Cuéntame lo que te parece en bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

P.D. Aún hay plazas libres en mi taller online de crítica literaria en Culturamas este mes 🙂

 

 

 

 

ANTONIN ARTAUD: PARA TERMINAR CON EL JUICIO DE DIOS

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Artaud es una de esas extrañas mentes. El genio y la locura siempre han estado unidos en los creadores para bien o para mal, en un binomio difícil de digerir, cuando no existían cursillos para potenciar la creatividad y cuando ésta se curaba a golpe de electroschock. No hace falta mencionar el ingente número de escritores drogadictos y alcohólicos para escapar, cuyo último final es el suicidio. Me viene ahora a la cabeza el impresionante relato de Chéjov titulado «La sala número 6». De él sólo recuerdo un escalofrío. El mismo que dejan los poemas de Artaud y, en general, toda su obra, cruel, como él mismo dice. Y peligrosa, digo yo, porque corroe las entrañas de la sociedad pequeño burguesa (tan ínfima y tan burguesa) que prefiere encerrarle durante 9 años…está loco, está loco…no sólo por hablar de la mierda, de la caca, como en su poema «La búsqueda de la fecalidad». (A poco contacto que tengamos con la inocencia de la niñez o de la locura sabemos de la importancia de la defecación como algo usual y divertido pero extraño, nada que ver con esa obsesión de millonarios por acumular cuartos de baño en sus mansiones). La caca es algo que va más allá, la caca es la deshumanización en sí misma, es algo natural pero infecto que nos acerca a los animales (los infinitos cuartos de baño de oro nos acercan a la estulticia), como lo que nos quieren hacer creer de la locura, que nos aleja de nosotros mismos, pero en realidad es lo contrario.

A Artaud le afectó profundamente la muerte de su hermana, experimentó en México con el peyote y tenía buenos amigos que se preocuparon por él. No, no es una definición y tampoco una justificación. La locura está tan unida a nuestra piel que nadie se cree que puede caer en ella. Me viene a la mente Hambre, de Knut Hamsun, por la brutalidad, por la suciedad de nuestra sociedad. Mi fuerte no es la poesía, pero es que Artaud es otra cosa, es pura indefensión. Es un preso de su propia mente en una cárcel de despropósitos que es esta vida dirigida por desgraciados y cabrones. Yo os lo recomiendo, muchas veces no entenderéis nada, ni falta que hace. La realidad para Artaud (y también para mí) es una convención y nada más convencional que silenciar al diferente, al que habla las palabras de la verdad o dicho de otro modo, el que expresa la alienación con su propia vida. Os dejo con sus palabras.

bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

Sé que quisieron esclarecerme mediante el Vacío, y que me

negué

a que me esclarecieran.

Si se hizo de mí una hoguera fue para curarme de estar en el

mundo.

Y el mundo me quitó todo.

Luché para tratar de existir, para aceptar las formas (todas las formas) cuya delirante ilusión de ser en el mundo recubre la realidad.

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No quiero seguir siendo un Ilusionado.

Muerto para el mundo, para lo que constituye el mundo a los

ojos de todos los otros, caído al fin, caído, subido a ese Vacío

que rechazaba, tengo un cuerpo que padece el mundo y evacua

la realidad.

 

Extracto de: Les nouvelles révélations de l’étre