LUIS GOYTISOLO: LAS AFUERAS

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Luis Goytisolo pertenece a una de esas familias de grandes intelectuales. Su hermano Jose Agustín un excelente poeta llevado a la canción de la mano del genial Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat.  Juan, fallecido recientemente, otro gran escritor Premio Cervantes y que pasó parte de su  vida en Marraquech, tras la muerte de su esposa, donde yace junto al también escritor, Jean Genet. Luis, del que nos ocupamos hoy, es académico de la lengua que en su caso tiene todo el sentido, no como en los abyectos Reverte y Puértolas, con todos mis respetos a sus más fervientes seguidores.

Luis perteneció al Partido Comunista por lo que pasó una temporada en la cárcel de Carabanchel donde pergeñó su obra cumbre, Antagonía, presente en mis oraciones, pero que al tratarse de una tetralogía  de más de 1000 páginas espera pacientemente en una repisa. Esa obra trata de la novela, de las fronteras del género y de todo lo que cabe dentro de ella, a la que dio una nueva perspectiva. Hasta que nació Antagonía, sólo había escrito Las afueras y Las mismas palabras que pertenecen ambas al realismo social de la época de los 50 en España.

Es cierto, que la novela social siempre me ha gustado y muchas de las obras españolas que leo pertenecen a esa época. No pude con Tiempo de silencio, por ejemplo, pero me encantaron Nada de Carmen Laforet o Las ninfas de Paco Umbral. En el caso de Las afueras, es notable el enorme conocimiento de la sociedad del momento, el uso de un vocabulario en gran parte perdido y una increíble técnica narrativa. Son siete relatos distintos que pueden leerse como una sola novela contada hacia atrás, quizá por la sensación de desarraigo de los personajes, el choque entre lo rural y lo urbano, entre los que están en la sociedad y los que están en las afueras de la misma. Lo que más he disfrutado es la descripción de la podredumbre moral y el presagio del drama, pero sobre todo, su contención. Resulta muy compleja la manera de entreverar el dramatismo, el lirismo, la crítica social y mezclarlo con un estilo impecable tras una técnica invisible a primera vista, algo que sólo lo puede hacer un grande de la literatura. A veces parecemos olvidar ciertos nombres. Luis Goytisolo no debería ser uno de ellos.

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CARMEN LAFORET: NADA

CARMENLAFORET

¿Qué puedo decir si Soledad Puértolas y Arturo Pérez Reverte son académicos de la lengua? Sólo me queda apuntar que la literatura española no es ese pestiño insufrible a la sombra de la literatura hispanoamericana que con su boom despeñó a los autores españoles con obras que apenas nadie recuerda. No sé si Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004) entra en este saco pero, por si acaso, vamos a hablar hoy de ella, quien escribió libros de viajes, cuentos, ensayos y novelas como La mujer nueva, con la que consiguió el Premio Nacional de Literatura.

Hoy, no obstante, vamos a centrarnos en su obra Nada, que escribió con sólo 23 años y con la que consiguió el Primer Premio Nadal en 1945. Por vergüenza torera no mostraré lo que yo escribía a esa tierna edad, porque me ha abrumado la madurez de su prosa, algo vetado para la mayoría. Nada es una gran novela a la que deberíamos volver nuestros ojos, sobre todo dada la moda de novelas históricas o que recrean ambientes y que son llevadas con tanto éxito a la televisión. Lo que pasa es que Nada es real. No recrea, describe con precisión y eso asusta. No estoy segura de que queramos ver algo más allá de infames series como Cuéntame cómo pasó, porque es más fácil rehacer que recordar, así es más sencillo manipular.

El argumento es simple, Andrea es una joven que llega a Barcelona a estudiar Filosofía y Letras y se queda en casa de unos parientes burgueses venidos a menos con la guerra. Es una denuncia de la decadencia de un país a través de la miseria moral de unas personas ajenas a su forma de ver la vida, aunque quizá demasiado influida por la juventud y falta de cinismo. Describe con gran maestría  las penurias en la gran ciudad, el hambre, la soledad y la amistad. En aquella época, la bohemia, entendida como amor por la cultura y la libertad, unía a personas de distinto extracto social, pero existía un límite muy claro y las niñas buenas no deambulaban por Barcelona así como así, ni las clases sociales se diluían mediante el cariño de una tierna amistad. En este punto me parece que cojea la novela. Todos los personajes son excelentes creaciones excepto la protagonista cuya introspección me parece insuficiente. Yo he visto a Andrea como Alicia en el País de las Maravillas que, a su paso, va encontrándose con gente mala, pero no pasa nada, y con gente buena que la ayuda. Por eso hablaba de falta de cinismo. No todo el mundo puede salir de sus circunstancias vitales, sobre todo, si se unen el hambre y la sordidez. Nada es un péndulo que oscila entre dos mundos y la bondad aquí no pinta nada. Sin embargo, sigues leyendo, porque Laforet lleva al lector con firmeza hacia un mundo complejo que esta crisis nos trae de vuelta. Traigamos también de vuelta autores abandonados sin motivo.

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