QUIM MONZÓ: OCHENTA Y SEIS CUENTOS

Para Quim Monzó la vida es digna de ser sacada de quicio. Algo así como sacar punta a todos y cada uno de los detalles que nos pasan desapercibidos a la vez que mete el dedo en la llaga. Monzó es uno de los mejores escritores españoles, suele escribir en catalán, se le ha traducido a distintos idiomas y ha ganado numerosos premios.

Ochenta y seis cuentos es una obra que trata infinitos temas y donde encontramos una aproximación a las relaciones humanas desde el absurdo. Se le ha comparado con Kafka, Borges y Rabelais, con quien más veo relación, por sus exageraciones. Uno tiene la sensación de que la temática que aborda es intrascendente, pero necesitamos poner de nuestra parte para conocer la lógica del absurdo y la hipocresía manifiesta de las relaciones, que alcanzan la grandeza en la mayoría de sus finales inciertos y sorprendentes.

Sus cuentos suelen ser breves, pero Ochenta y seis cuentos es una obra extensa, que hay que leer con tiempo para degustar que tras las generalizaciones ridículas de personajes que se parecen demasiado a nosotros, están los mensajes subyacentes y la crítica corrosiva a la sociedad expresadas con un humor particularmente negro. La falsa simplicidad de su prosa nos perjudica a la hora de buscar el sentido de los relatos, a los que nos enfrentamos como quien mira un cuadro abstracto aunque, conociendo a Monzó, sería más acertado decir «como si fuera un póster porno». Te acercas al texto, te alejas, te ríes y, algunas veces, te quedas incómodo al verte inmerso en el aspecto surreal de la vida cotidiana.

Os dejo aquí la crítica que hice de El porqué de las cosas, pero si me permitís, os recomiendo Mil cretinos (2012). La diferencia con Ochenta y seis cuentos (1999) es sutil pero importante, no sólo en extensión, sino porque lo escribió tras la enfermedad degenerativa de sus padres y sentí que sus palabras habían ganado humanidad.

Sin duda, Monzó está entre mis escritores imprescindibles y uno de los que más me ha influido, sobre todo en Ostranenie. Sé que, a pesar de que podemos hablar de una resurrección de los relatos debido al empujoncito del Nobel a Alice Munro (que me sigue sin gustar), es un género al que no se ha dado la debida importancia. Quim Monzó es un excelente autor para iniciarse en los cuentos a la vez que nos reímos a carcajadas. Contadme qué os parece.

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P.D. Aún puedes apuntarte a mi taller online de crítica literaria en Culturamas.

QUIM MONZÓ: EL PORQUÉ DE LAS COSAS

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Buscaba una foto para incluir en la entrada de hoy y escribo: Quim Monzó. Voy al apartado de imágenes, como siempre. Pero salta una ventana emergente que indica que para ver las fotografías de Quim Monzó necesito desactivar un filtro que creía que no tenía activado, el de imágenes seguras. Me apresuro a pinchar en el botón. Sí, estoy segura de que tengo más de 18 años, no tan segura de querer volver a tenerlos y jaleo al ratón  lak lak lak, chasqueo la lengua para que vaya más rápido porque quiero ver qué tipo de imágenes consideradas no seguras puede tener este escritor cuyo físico me desagrada (mil perdones). No de manera consciente y, sin poner en duda un cráneo privilegiado como el suyo que diría Valle-Inclán, es demasiado grande y no va mucho a la peluquería, por decir algo políticamente correcto. Me vienen a la mente otras imágenes de mi gusto pero no logro encontrar qué puede ser morboso entre las típicas poses de autor. Al fin le veo maquillado de mujer. ¿Será posible? ¿Sólo eso? También hay un montaje. Su enorme cabeza en un abdomen con tortuguitas. Por lo visto, alguien más tiene la misma sensación que yo: follar con un tonto es una amargura. En fin. Descargo la foto y dejo el filtro desactivado, aunque no sé por qué, no sé el porqué de las cosas.

Quim Monzó (Barcelona, 1952) ha sido, entre otras cosas, dibujante de historietas, dialoguista de películas, letrista de canciones, guionista de radio y televisión, diseñador gráfico y reportero de guerra. Por eso, cuando nos acercamos a sus cuentos tenemos que ser cautos, parecen simples. No lo son. Son absurdos, divertidos y sarcásticos pero conocen al ser humano en su inmundicia y eso no tiene gracia, aunque se ríe de casi todo, en especial de la incertidumbre que rodea estos personajes con nombres inventadísimos. Monzó riza el rizo de situaciones cotidianas y sus protagonistas te terminan dando pena ¡qué tonta es la vida! ¿Por qué hago lo que hago? ¿Por qué no hago lo que quiero? Son esquemas simbólicos que retuercen lo poco que creemos saber de nuestra vida y la de los demás, como cuando destroza los cuentos de hadas y los convierte en auténticas guarradas (esas que hacemos con nuestros amantes). La primera vez que lo leí no me terminó de gustar. Ahora me encanta, mi libro favorito de Monzó es Mil cretinos, aunque no sé si sabría explicaros por qué.

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