Joseph Roth (Brody, Imperio Austrohúngaro 1894-París, 1939) novelista y periodista de orígen judío que vivió la caída de su querida monarquía, la emigración de los judíos y la esquizofrenia de su mujer murió en un espantoso delirium tremens. Dicho esto, El triunfo de la belleza es la obra más machista que he leído, además, de un tirón.
Estaba yo en la biblioteca, husmeando, aunque sería más exacto decir que los libros me husmean a mí, que paso sin detenerme hasta que uno susurra: «Berta, Berta», lo que ha hecho que me sentara en el banco más próximo donde he devorado las 74 páginas de la novela. La ironía de este libro es sutil a ratos y el humor negro. Son cuestiones graves de las que hablamos: amor, pasión, deseo, lealtad, fidelidad, amistad y de indecencia que, es como debería titularse el libro: el triunfo de la indecencia.
Podría parecer lógico pensar que con una cara así es fácil ser machista. Misógino, incluso y, por tanto, que pudiera escribir mirándose al espejo y viendo ese labio caído sin remedio, el pelo que empieza a faltar y esos ojos de besugo vueltos a su interior revolviendo en sus tripas, decidiera empaparse en alcohol. Quizá podríamos creer, pues, que por este motivo (pura envidia de los galanes) se vuelve en contra de la belleza como ese mal que terminará por consumir a los hombres débiles de carácter, que perderán la verdadera amistad y todo por una (estúpida) mujer, relativamente bella, que acabará consumida, con patorras, barriga y papada mucho antes de que sea capaz de admitirlo. Que de esas víboras hemos conocido todos.
En este momento entra a escena el horripilante machismo de las mujeres, más terrible si cabe que el otro, que se da por sabido. A ver, este es un libro para cornudos y apaleados. ¿Pero, quién no lo ha sido alguna vez? No son las mujeres y tampoco la belleza algo malo. No existe eso de «la condición femenina», pero Freud y sus ideas sobre la histeria (que se curaba con masturbaciones bajo prescripción facultativa, más conocidas como masajes) pesan mucho en esta novela. Roth se ríe de todo esto y en el fondo se avergüenza de que algunos hombres sientan lástima de mujeres que no están enfermas, sino que son unas guarras. A mí me ha dado por extrapolar y pensar que es el «efecto halo» el causante de todo. Adjudicamos cualidades bondadosas a hombres y mujeres bellos sin que una cosa y otra vayan unidas. Yo me he puesto de parte del protagonista (¡esto es un spoiler! 🙂 ) que se suicida al final. Ah, el amor.
¿Qué pensáis? bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤