¿Qué puedo decir si Soledad Puértolas y Arturo Pérez Reverte son académicos de la lengua? Sólo me queda apuntar que la literatura española no es ese pestiño insufrible a la sombra de la literatura hispanoamericana que con su boom despeñó a los autores españoles con obras que apenas nadie recuerda. No sé si Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004) entra en este saco pero, por si acaso, vamos a hablar hoy de ella, quien escribió libros de viajes, cuentos, ensayos y novelas como La mujer nueva, con la que consiguió el Premio Nacional de Literatura.
Hoy, no obstante, vamos a centrarnos en su obra Nada, que escribió con sólo 23 años y con la que consiguió el Primer Premio Nadal en 1945. Por vergüenza torera no mostraré lo que yo escribía a esa tierna edad, porque me ha abrumado la madurez de su prosa, algo vetado para la mayoría. Nada es una gran novela a la que deberíamos volver nuestros ojos, sobre todo dada la moda de novelas históricas o que recrean ambientes y que son llevadas con tanto éxito a la televisión. Lo que pasa es que Nada es real. No recrea, describe con precisión y eso asusta. No estoy segura de que queramos ver algo más allá de infames series como Cuéntame cómo pasó, porque es más fácil rehacer que recordar, así es más sencillo manipular.
El argumento es simple, Andrea es una joven que llega a Barcelona a estudiar Filosofía y Letras y se queda en casa de unos parientes burgueses venidos a menos con la guerra. Es una denuncia de la decadencia de un país a través de la miseria moral de unas personas ajenas a su forma de ver la vida, aunque quizá demasiado influida por la juventud y falta de cinismo. Describe con gran maestría las penurias en la gran ciudad, el hambre, la soledad y la amistad. En aquella época, la bohemia, entendida como amor por la cultura y la libertad, unía a personas de distinto extracto social, pero existía un límite muy claro y las niñas buenas no deambulaban por Barcelona así como así, ni las clases sociales se diluían mediante el cariño de una tierna amistad. En este punto me parece que cojea la novela. Todos los personajes son excelentes creaciones excepto la protagonista cuya introspección me parece insuficiente. Yo he visto a Andrea como Alicia en el País de las Maravillas que, a su paso, va encontrándose con gente mala, pero no pasa nada, y con gente buena que la ayuda. Por eso hablaba de falta de cinismo. No todo el mundo puede salir de sus circunstancias vitales, sobre todo, si se unen el hambre y la sordidez. Nada es un péndulo que oscila entre dos mundos y la bondad aquí no pinta nada. Sin embargo, sigues leyendo, porque Laforet lleva al lector con firmeza hacia un mundo complejo que esta crisis nos trae de vuelta. Traigamos también de vuelta autores abandonados sin motivo.
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