KENZABURO OÉ: DINOS CÓMO SOBREVIVIR A NUESTRA LOCURA

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No os he abandonado a vuestra suerte. Oé tampoco. Sólo lo parece. Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, desde luego, es un gran libro. Lo empecé tres veces y lo dejé por imposible. Me atasqué en la primera frase: «Durante el invierno de 196…, un hombre anormalmente gordo estuvo a punto de caerse al estanque de agua sucia donde se bañan los osos blancos.» Una maravilla que, sin embargo, no me invitaba a penetrar en esas oscuras aguas. Me pasaba como con La naranja mecánica de Burguess, da igual que lo leas en inglés o español porque conoces las palabras pero no su significado. Tienen un sentido oculto al que no llegas. Te sientes estúpido, abandonas. Ese lenguaje es una creación especial que no se ajusta a nuestro conocimiento. Oé hace lo mismo con algo tan unido a nosotros y que con tanto fervor apartamos: la locura. No somos capaces de pensar de una manera que no se ajuste a nuestra lógica, como si no existiera una lógica dentro de lo irracional. Sería bueno que volviéramos al estanque de agua sucia, mejor, estamos inmersos en ese estanque, pero no queremos darnos cuenta. A estos relatos hay que acercarse con cautela pero sin miedo. «Si el lector se atreve» reza la contraportada. Cierto. Y hay que tener paciencia, tras unas páginas saborearás el licor dentro del bombón, lleno de cristales como aquellos caramelos de Maupassant.

Yo he disfrutado este libro desde la incredulidad: ¿cómo es posible esa forma de narrar lo que se escapa a nuestra realidad desde la realidad misma? Muchos conocéis mi gusto por la narrativa japonesa, no me defrauda, por eso os animo a acercaros a Oé esperando lo inesperado, desenredando la madeja, desbrozando el lenguaje hasta llegar a lo esencial, el ser humano. Un libro lleno de sensibilidad para aquellas personas al margen  de la sociedad que viven una realidad paralela. Solemos creer que no sufren tanto como nosotros en nuestra única y rígida verdad, pero no lo podemos asegurar y eso nos explica el autor al revés que en los libros minimalistas, somos nosotros quienes resumimos el mensaje. El lector sufre un encontronazo lingüístico debido a un uso magistral del propio lenguaje utilizado como un instrumento a modo de círculos concéntricos que finalmente culminan en el cariño, que yo pienso, siente por sus personajes que, en el fondo, ninguno de nosotros está exento de ser.

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