CARSON McCULLERS: LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE

carson

 

La literatura norteamericana ha dado grandes autores, entre los que destaca Carson McCullers. A pesar de mi gran admiración por Raymond Carver, uno de mis favoritos, considero que el mejor autor estadounidense es William Faulkner porque se ve su huella en otros grandes escritores entre los que cabe destacar la Premio Nobel Tony Morrison o la propia McCullers. McCullers fue una mujer enferma por lo que escribió de manera irregular, que retrata un mundo en putrefacción, pero no a la manera violenta de Faulkner, sino más bien desde la tristeza vista con desapego y, a la vez con resignación. Sus tramas no son tan importantes como las atmósferas que crea de manera magistral en las que se observa el profundo respeto que siente hacia sus personajes.

El tedio, la sensualidad, el tiempo que se detiene antes del inevitable estallido, consiguen que no dejes de leer, que presente un universo propio, contenido. La balada del café triste es, probablemente, su mejor obra que muestra un triángulo amoroso entre Amelia Evans, el primo Lymon y Marvin Macy, el ex marido de Amelia. La destrucción ya está presente pero lo que empezó triste, continuará melancólico y finalizará lúgubre. Así es la destrucción de tintes bíblicos en un pequeño bar del sur en la América profunda que se aleja de los rascacielos de Nueva York y donde el calor es un presagio de muerte:

Era agosto, y el firmamento había estado ardiendo todo el día sobre el pueblo como una sábana de fuego

Para los que penséis que esta breve novela parece insoportable os equivocáis, porque es una obra cumbre, lo que quiere decir que es posible que hayáis leído autores que admiran a McCullers y no lo sepáis. Suele estar unida a la también estupenda Reflejos en un ojo dorado. Y no, no lloras, sólo impresiona y sobrecoge.

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HERTA MÜLLER: EN TIERRAS BAJAS

herta müller

 

Esto de los Premios Nobel me parece un absurdo. Puede que en 2009 hubiera que dárselo a una mujer porque tocaba como se lo dieron a la cuentista canadiense que nunca me acuerdo de cómo se llama y que me parece una petarda, sobre todo, porque su Nobel era de otro. O de otra. Pero con Herta Müller no. Su prosa da miedo por exacta y por surrealista. Potentes metáforas, frases cortas y hachazos certeros que consiguen que quieras refugiarte bajo las mantas. Müller nos traslada a ese lugar al que nadie quiere ir, que nadie desearía haber visto, es el lugar donde reside el odio, la represión y la violencia. En tierras bajas (1982) nos muestra el horror de la dictadura de Ceaucescu en un pueblo rumano a través de los ojos de una niña, por lo que la fantasía y la realidad se mezclan. Este sentimiento lo he tenido con Tony Morrison en El ojo más azul, pero nunca más he podido con sus obras porque pensé que para leer algo similar a Faulkner ya estaba Faulkner y porque consideraba que la violencia narrada era gratuita en cierto modo. Con Müller no sucede esto porque la contención es su seña de identidad. Se centra en el individuo que desaparece en el régimen de Ceaucescu, cuya dictadura puede decirse que es su tema principal.

Siempre me gusta dar alguna pincelada de la biografía de los autores pero en este caso me parece absolutamente necesario, puesto que en esta colección de relatos hay coincidencias con la vida de Müller que también menciona personajes y hechos históricos y, en especial, porque sin conocer su ambiente familiar no podemos comprender en su totalidad su denuncia de la represión, del autoritarismo o de la subordinación de la mujer relegada a los papeles de esposa callada y madre. Algunos apuntes, según aparecen en Wikipedia.

Herta Müller nació el 17 de agosto de 1953 en Niţchidorf, Banat, un lugar germanohablante de la región de Timisoara, en Rumanía. Su familia pertenece a una minoría alemana, los llamados Suabos del Danubio, que llevan varios siglos asentados en esa región. Su abuelo era granjero y comerciante, y había sido expropiado bajo el régimen comunista rumano. Su padre, Josef Müller, que se ganaba la vida como camionero, fue formado como nazi y sirvió durante la II Guerra Mundial en las Waffen-SS. Su madre, Katharina Müller, fue deportada a la Unión Soviética en 1945, donde pasó cinco años en un campo de trabajo realizando «trabajos de reparación». Muchos de los hombres y de las mujeres del pueblo en el que se crio Herta compartieron el mismo destino que sus padres.1 Según cuenta la propia Herta Müller, sus padres quedaron muy deteriorados tras las experiencias vividas durante la guerra y después de ella; no hablaban mucho de su pasado y ella creció rodeada de silencio y de tabúes.

No es que recomiende En tierras bajas. Es un libro que sobrecoge y si lo que queréis es pasar el rato ahora que empieza el verano no es la mejor opción porque hay tantas palabras y tantas imágenes en esa pequeña colección de cuentos que nadie quiere oír, que mejor leéis una revista. Pero cuando estéis preparados para acercaros al verdadero poder de las palabras, para comprender lo que significa ser un escritor honesto que narra las miserias y el dolor de una manera absolutamente fascinante, abrid uno de sus libros. Tropezaréis con la resiliencia y cierta esperanza a pesar de la deshumanización del ser humano.

Pd. Quiero dar la bienvenida a mis nuev@s seguidores y recordaros que ya os podéis apuntar a mi taller de crítica literaria 🙂 Aunque en cursos@culturamas.com tienes más donde elegir. ¡Te esperamos! bertadelgadomelgosa@gmail.com ❤

 

FAULKNER Y YOKNAPATAWPHA

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         A Faulkner se le conoce por el mito, las gentes y lugares de Yoknapatawpha, que es una referencia al hogar y la historia del autor del norte de Mississippi. En su obra hay dos dimensiones: las alteraciones de orden y la creación de un universo fijo. Se entremezclan presente y pasado, olvido y recuerdo. Faulkner se trasladó con su familia a Oxford, su lugar de residencia durante prácticamente el resto de su vida. Creció en el seno de una familia ensombrecida por su propia historia. No llegó a terminar sus estudios secundarios, pero desde muy joven es un ávido lector con un deseo anunciado: ser escritor. Escribir se convirtió en un medio de afirmar una identidad que le ligaba al pasado. Faulkner, a diferencia de muchos escritores modernistas, no se vinculó a ninguna escuela y no viajó demasiado, pues no se desarraigó de forma permanente del lugar en el que había crecido. En Oxford trabajó en un aislamiento único entre los principales escritores del siglo XX. No obstante, como otros modernistas, quiere enfrentarse al pasado sin perder la voz individual buscando las palabras adecuadas. Suele organizar sus novelas en torno a vacíos, sucesos a los que se hace referencia  pero que no se describen. As I Lay Dying (Mientras agonizo), ha sido aclamada por la crítica como su mejor novela, siendo denominada por él mismo como tour de force. Se trata de cincuenta y nueve capítulos contados con la técnica del monólogo interior y  stream of consciousness por quince diferentes narradores. La familia Bundren se encuentra al borde de ser un conjunto de voces alienadas pero mediante una utilización magistral de las técnicas narrativas, Faulkner conseguirá un excepcional retrato de caracteres y del microcosmos en el que se desarrolla la historia, Yoknapatawpha. En este condado imaginario del sur de Estados Unidos (años 20-30), las tensiones se producen entre clanes familiares. La gran mayoría de los habitantes son granjeros, pero bajo ellos, se sitúan los blancos pobres, jornaleros, cazadores que subsisten en las zonas rurales más apartadas, estrato social al que pertenecen los Bundren. El núcleo es la madre, Addie, que agoniza, mientras su marido y sus hijos se preparan para cumplir su voluntad, ser enterrada en el cementerio de Jefferson junto a sus antepasados; así se lo había hecho prometer a su marido. Los Bundren cumplen rigurosamente con el deseo de la matriarca del clan, pero lo hacen coincidir con sus propias necesidades. Se unen, por tanto, los deseos individuales que los alejan unos de otros, con el propósito que les permite finalizar el viaje. Conseguirán llevar a cabo su empresa a través de múltiples penalidades y accidentes frente a las fuerzas de la naturaleza, una lucha que proporciona al viaje de los Bundren las características de un éxodo bíblico, ya que se mezcla una  épica religiosa y pagana. La imaginería tan universal de los símbolos es demasiado épica para unos personajes tan vulgares. Evidentemente, no son héroes a la manera clásica, sino que se trata de seres humanos con sus fallos egoístas y mezquinos. Nueve días después de la muerte de Addie, la familia llega a Jefferson. Darl se convierte en el chivo expiatorio y es enviado a un manicomio. Deshaciéndose finalmente de Darl, los Bundren, así como la narración, llevan a cabo un progreso hacia delante que completa sus búsquedas consiguiendo un orden en la novela, aunque éste sea extraño.